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AÚN PODEMOS CAER MÁS BAJO

RTVE se desintegra de manera acelerada por culpa del descontrol de su cúpula directiva sumado a los numerosos ejemplos de incompetencia en puestos intermedios. El último lo tenemos en el hecho que ha propiciado que Telefónica asuma la producción de la retransmisión de la semifinal de Copa del Rey entre el Real Madrid y el Barcelona porque el Director de Prevención de RTVE se ha negado a que su gente coordine la vigilancia de riesgos en el trabajo de nuestros compañeros técnicos en medio de las obras del Bernabéu.

Tras una reunión previa de trabajo entre el Real Madrid, la Corporación y otras empresas implicadas en las obras, hubo un principio de acuerdo de distribución de los distintos trabajos sin que nadie pusiese ninguna objeción de imposible solución. A RTVE le tocaba una parte de la supervisión de los riesgos, pero el máximo responsable de Prevención de la Corporación por no querer asignar personal de su unidad a este menester, alega que las condiciones del estadio están «fuera de norma» debido a las obras y que no quiere asumir las responsabilidades si se produjera un accidente.

Por ello, todo el operativo se ha ido a negro, con los equipos ya asignados y las dietas de los compañeros ya pagadas, y poniendo en cuestión la autorización de la propia UEFA.

En USO imaginamos que nuestro responsable de Prevención diría que Telefónica es una empresa dirigida por suicidas que se saltan las normativas vigentes de seguridad laboral y que aceptan poner en riesgo la integridad física de sus compañeros. Resumiendo, que Telefónica puede hacer lo que no puede hacer RTVE y eso es lo que marca la diferencia entre una empresa líder en el sector internacional de las telecomunicaciones y un decadente servicio público, cada vez más inoperante.

En USO nos preguntamos cómo es posible que un subordinado, con un puesto alejado en el organigrama, tenga tanto poder como para cargarse (o cagarse) la producción de un evento estrella con una altísima audiencia potencial.

También nos preguntamos quién planifica que estas cosas no ocurran y que ha permitido semejante descalabro sin haber detectado a tiempo la importancia de los obstáculos a los que tenía que enfrentarse esta producción.

La Dirección de RTVE desprende un aroma a incompetencia supina. Huele a falta de coordinación y liderazgo. Apesta a desidia y mala praxis directiva. Hiede a inquinas, conspiraciones, obstruccionismo y caos. A división cainita en un Comité de Dirección obsesionado más en ponerse zancadillas que en sacar adelante la empresa.

Por enésima vez veremos como nadie toma medidas correctoras, no habrá ceses, no rodarán cabezas, estímulo necesario para que aunque solo sea por miedo o vergüenza nadie se atreva a poner palos en las ruedas de nuestra empresa.

Una de dos, o RTVE se ha descompuesto en reinos de taifas en manos de marineros capaces de sabotear el barco para no dar un palo al agua, o el capitán (interino) de la nave se ha encerrado en la bodega desde donde grita y llora porque esto le viene muy grande y ni sabe ni quiere llevar el timón de una empresa que va a la deriva.

RTVE ha vuelto a hacer el ridículo. Telefónica, empresa privada pilar del IBEX-35, nos ha sacado los colores y ha dejado en evidencia el bajo nivel de competencia y la ausente capacidad de gestión y resolución de problemas del equipo directivo de RTVE. ¿Y qué decimos que somos? ¿Referentes? Referentes de incompetencia y modelo de lo que no debe ser una radiotelevisión pública ¿Motor de la industria? Será de aquella parte de la industria amiga de quien está arriba en cada momento. No es de extrañar que los trabajadores que pueden irse a los 63 lo hagan en masa. Entre unos y otros están matando el poco orgullo y sentimiento de pertenencia que nos queda.

Como reconocía públicamente hace poco el propio Carlos Franganillo en una entrevista a un medio nacional que puso en su titular:  «TVE es el pin pam pum de los políticos» que ponen y quitan a nuestros gestores a su antojo. Y nadie, ni de dentro ni de fuera, se ha atrevido a replicarles (olvidando que en USO llevamos haciéndolo algunos lustros).

Y mientras, los trabajadores desesperados porque se les deje trabajar. “Qué buen vasallo sería, si tuviera buen señor” (Cantar del mío Cid).